OGGUN
OGGÚN EN DAHOMEY
En Dahomey se propagó una gran epidemia. Los muertos se contaban por miles. Fue por ello que mandaron buscar a Orula para que, con su oráculo, les dijera cómo evitar la tragedia.
Orula les dijo que había que convencer a Ogún para que les diera ayuda. Ellos le ofrecieron un chivo y muchos gallos blancos al dueño la fragua y los metales para que consintiera en ayudarlos. Ogún fue a la tierra arará con su guataca, su pico y su pala y las dio para que cavaran las tumbas donde enterrarían a los muertos. Cuando lo hicieron, la epidemia cesó.
Esta leyenda nos enseña que los muertos hay que enterrarlos para que no haya enfermedades por que el cuerpo se descompone y contamina.
LA COMIDA DE OGGÚN
Hubo un pueblo donde todos los perros estaban muy flacos porque nadie les daba de comer. Un día, alguien se compadeció de ellos y empezó a darles las sobras. Los demás, poco a poco, fueron haciendo lo mismo.
Los canes empezaron a engordar y estaban muy contentos de cómo los trataban en aquel sitio.
Pasó algún tiempo y apareció allí un hombre que dijo llamarse Ogún quien, intrigado por la conducta de aquellos seres que no trabajaban ni producían nada y a quienes todos trataban tan bien y les daban de su comida, preguntó cómo los llamaban y por qué estaban tan gorditos.
Nadie le supo explicar a ciencia cierta, por qué los querían tanto, pero le respondieron que eran animales simpáticos y cariñosos que no hacían daño a nadie.
Ogún traía mucha hambre, pues venía del bosque y las cosas se habían puesto muy difíciles ese año. Por eso, al ver un perro negro muy gordo, le resultó apetitoso y decidió que se lo comería.
Probó la carne del animal y le supo bien, Entre las dentelladas que daba a uno de los muslos de su presa, les aseguró a los que se amontonaron para verlo:
–Creo que desde este momento me comeré un perro negro de vez en cuando.
En esta leyenda es donde nace el sacrificio de perro negro a oggun y su consagración
OGGÚN ARERE
Ogún era hijo de Yemayá. Por su nobleza, bondad y disciplina, la madre le concedió la gracia de ser el único que podía descargar los barcos, negocio con el que ganó mucho dinero.
También Olofin se fijó en él y gracias al ashé que le entregó, pudo ser un gran cazador. Así fue que cambió de oficio, pues sus enemigos, por envidia, no lo dejaban vivir tranquilo.
Una vez que andaba de cacería por el bosque, se hincó con una mata de espinas. Adolorido pudo caminar un trecho hasta que se encontró con Oshún, la que dé solo mirarlo quedó prendada de aquel fornido y apuesto hombre. La dueña de la gracia y la coquetería le curó las heridas con una yerba de la que únicamente ella conocía el secreto.
Fue tan repentino el amor que ambos sintieron, que a partir de esa misma noche se quedó a vivir en casa de la hermosa mulata. Sus enemigos, poco a poco, se fueron olvidando de él.
Aquel amor que parecía eterno, no lo fue, ya que Oshún, aburrida de tantos halagos y de la monotonía de la vida conyugal, un día huyó con otro hombre.
En esta leyenda nos habla del amor de Oggun y Oshun pero para tener una mujer contenta hay que darle más que puro amor y no convertir la vida conyugal en una rutina
LA RUPTURA DE OGGUN Y SHANGÓ
Ogún y Shangó eran grandes amigos. Siempre andaban juntos en los güemileres, todo lo compartían y acudían juntos a las fiestas donde se divertían de lo lindo.
Pero no faltó algún envidioso que le dijera a Ogún, al oído, que Shangó sólo quería sobresalir porque se consideraba superior, ya que era muy buen bailarín, y tocaba el batá mejor que todos y quería, por eso, a las mujeres más bellas para él. el dueño de los hierros sentía envidia del rumbero Shangó, que tenía suerte para las mujeres y que todos admiraban por sus facultades de tamborero, bailador y hombre simpático.
Una noche, Ogún, lleno de soberbia, amarró con sus cadenas a Shangó mientras este dormía. Shangó despertó sobresaltado y al verse amarrado comenzó a echar candela por la boca hasta derretir las cadenas con que lo habían querido apresar.
Desde entonces, comenzó la enemistad entre Oggún y Shangó.
La envidia el peor enemigos del ser viviente y hace perder la razón y objetividad.
LA RECONCILIACIÓN
El mismo que le dijo a Ogun que Shango era mejor bailarín que él, también le dijo a Shangó que Ogún se moría de envidia porque Oshún, la mulata linda, estaba loca por él, que el herrero estaba planeando traicionarlo y que tuviera mucho cuidado.
Tantos fueron los chismes y tan grande fue la intriga, que los inseparables amigos se disgustaron entre sí.
Ogún se acuarteló en el monte y puso trampas erizadas de puntiagudas
flechas para esperar a Shangó.
Se desató una guerra feroz. Shangó tiró rayos y Ogún trató de decapitarlo con su afilado machete.
Completamente fatigado, ya casi sin aliento, Ogún fue a refugiarse en la montaña. Shangó, que también estaba agotado, buscó refugio en el mismo lugar.
Allí se encontraron ambos guerreros y como sus fuerzas ya no les permitían continuar el combate, acordaron una tregua. Mientras tanto comenzaron a conversar y a reprocharse mutuamente el haber comenzado aquella irresponsable contienda.
Hablando y discutiendo lo ocurrido, quedó claro para ambos que la causa de
todo había sido los chismes de los envidiosos, por lo que se reconciliaron ese mismo día.
Esta leyenda claramente nos dice que por culpa de los chisme se rompe la amistad, se crean pleitos, guerras y hasta la muerte.